Hacia frio,
aquel clima frio te helaba los huesos.
Nunca pensé
que con lo que me gustaba esta ciudad llegara a sentir una desesperación semejante,
últimamente algo no estaba bien, algo era terriblemente obvio o no.
Me volvía
loca mirándome en el espejo, mi aspecto no me gustaba, hacia tanto que no me
gustaba, sin embargo me maquillaba siempre igual y tampoco se la razón.
Mi madre decía
que parecía una muñeca rota con aquel aspecto, una muñeca rota, si la verdad es
que me gustaba este aspecto de mi forma de maquillarme.
Una muñequita
sencillamente rota, me cogí el pelo en
dos coletas, y Salí.
Todas mis
amigas eran morenas, con el pelo del color negro cerrado, yo tenía el pelo
rojo, cual sangre, me gustaba que fuera a mechas mezcladas con el azul, y el
negro, me gustaba mi aspecto, y al mismo tiempo lo detestaba, pero seguía sin
cambiarlo, total para que.
Salí a la
calle, era una noche fría, hacía tiempo que no quedaba con nadie, sabia donde
estaban todos, así que fingía dejarme caer, miraba mucho el móvil y mandaba
mensajes absurdos a mis amigas para que vinieran –
En aquel
momento un frio helado me surco la espalda, no sé porque mi piel se puso de
gallina, me quede quieta mirándome las botas, no quería volverme, no tenía
pensado hacerlo.
Mire aquella
puerta, con aquella extraña forma en ella, y sentí que me daba un vuelco el corazón,
es mas sentí ganas de vomitar, frente a mí un pequeño gatito muy escuálido me
miraba medio tiritando.
Eh, pequeñín
que haces aquí no ves el frio que hace- lo cogí sin problemas y lo acurruque
entre mis brazos y el abrigo- vaya amiguito tienes hambre verdad bueno- dije
mientras el frio me dejaba sin aliento- vamos a comprarte algo de comer, y a
casa a dormir, presiento que algo malo viene y me da que tengo que estar en
casa.
Seguí caminando
hasta el supermercado, metí al gatito en mi bolso negro y entre, antes de
entrar le dije, que no hiciera ruido y que por nada del mundo maullara, como se
le puede decir a un gatito eso, no se supongo que soy una muñeca rota.